Estamos en Cádiz > Ventorrillo El Chato

El edificio donde hoy está el “Ventorrillo el Chato” fue, en principio, casa de postas en el siglo XVIII para pasar a ser posteriormente restaurante. Cuenta la historia que el Rey Fernando VII de Borbón, era cliente asiduo de la Venta; por aquel entonces la costumbre era pedir un “chato de vino” por dos motivos, el primero en honor al dueño de la venta y el segundo por la proximidad de Chiclana de la Frontera, eran los vinos que se bebían. Por aquellos años el propietario del establecimiento era Chano García, al que apodaban “el Chato”, y no porque tuviera poca nariz sino más bien por todo lo contrario.
Un día su majestad el Rey se encontraba por las instalaciones con varios amigos de la corte y pidieron lo de costumbre, unos chatos de vino; la claridad que entraba por la ventana de la venta hizo que unos rayos de luz atravesaran el cristal y se vieran unas motas de polvo al trasluz y el Rey Fernando VII, exclamó: “Chato tápamelo que le va a caer polvo al vino”. El comentario causó risa a los asistentes, y lo que comenzó como una casualidad se convirtió, desde entonces, en una moda; a partir de ahí, y siguiendo al monarca, los clientes de la venta comenzaron a pedir unos chatos de vino con tapas de comida, de ahí el nombre de la tapa. Gastronomía e historia se fundieron para siempre en sus paredes.
El Ventorrillo “el Chato” está ubicado en la carretera que une Cádiz con San Fernando. José María Pemán escribió:
La Bahía a un lado y el Océano a otro.
Al fondo Cádiz, salada claridad
Y a mitad del camino se encuentra
Un edificio aislado, blanco de Cal,
Andaluz por los cuatro costaos…
En 1993 José Manuel Córdoba adquirió el establecimiento y desde entonces convirtió el restaurante en un enclave gastronómico de inigualable valor en la provincia de Cádiz. Es hijo de Gonzalo Córdoba, una de los restauradores más importantes para la gastronomía gaditana en el último tercio del siglo XX “de mi madre y mi padre aprendí muchas cosas que aplico todos los días en el restaurante, pero sobre todo valores, constancia, respeto hacia los demás, esfuerzo, sacrificio. El camino hacia el éxito y el grado de satisfacción pasa por tener un buen equipo de profesionales”. Y así lo consigue día tras día.
El restaurante se sitúa en un entorno inigualable, flanqueado por el mar de la bahía de Cádiz “El mar forma gran parte de mi vida, de mi forma de ser, mi comportamiento, mi actitud, mi carácter y como no, la forma de cocinar. Esa marea vacía, las piedras al descubierto, las algas en la orilla y ese olor a yodo penetrante que inhalas con tanta fuerza que es como si una caja enorme de oxígeno corre por tu sangre y reaviva el cuerpo. De pequeño me encantaba ir a la playa de la Caleta, una pequeña playa del barrio de la Viña, con mis amigos a realizar todo tipo de actividades de las que resalto, coger cangrejos moros y después cocerlos con agua de mar y una vez tibios comerlos. Era maravilloso, ese sabor a mar tan puro y tan intenso, te dejaba el paladar por unas horas pleno de sabor, como si le dieras un bocado al mar”.
Un trocito de ese mar, de esos recuerdos marinos, se pueden comer a diario en el restaurante gracias a una cocina inmejorable que cuida hasta el último detalle. Pescados de la zona tan sabrosos como la mojarra, la herrera, la caballa, la salema, el pargo, la urta, la choba, el “roncaor”… a pesar de su difícil captura, y de su desconocimiento, se pueden disfrutar sentado en algunas de sus mesas. Tienen un sabor y una textura increíbles “cuando me preguntan siempre contesto lo mismo: El pescado que más me gusta es el que menos tiempo lleve fuera del mar”.
Elaboran una cocina con raíces tradicionales y con influencias de otras cocinas marineras “el pescado representa el 70% de los platos en carta. En nuestra carta nos preocupan bastante los platos típicos, son los que nunca pueden fallar. El público viene pensando en ellos y no les puedes defraudar. El más representativo: las tortillitas de camarones, pero hay otros como el guiso de chocos con alcauciles, habas y chícharos o la caballa caletera en un suave escabeche”. Desde hace años el atún de Almadraba forma parte de ese 70% de los pescados de la carta convirtiéndose en el auténtico rey de la casa. Anualmente preparan unas jornadas del atún que gana adeptos cada año.
Para rematar una buena comida no puedes marcharte de este paraíso culinario sin probar la “dulce despedida” una carta de postres y vinos para seguir disfrutando “unos postres que con el tiempo hemos ido aligerando de azúcar, chocolates, cremas, hojaldres, bizcochos… a los que siempre aconsejamos tomar con un buen Pedro Ximénez”. El disfrute en grado máximo con el que se despiertan todos nuestros sentidos.

Direcciones y contacto
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Telf.: 956 250 025 / 956 257 116
Coordenadas Geográficas: 06º 15’ 44’’ W - 36º 28’ 49’’ N