En el corazón de Córdoba, al abrigo de su majestuosa mezquita, se ubica “El Caballo Rojo”. Un restaurante que ha dejado huella en la escena culinaria de la ciudad. María Escribano, actual propietaria y tercera generación de esta joya culinaria, nos relata sus más de seis décadas de existencia. Surgió en 1962, evolucionando de una taberna fundada por el abuelo de María, que, junto a su abuela, una excepcional cocinera, introdujo el concepto de tapas en una época dominada por el vino. Establecido inicialmente frente al Hospital de Agudos, actualmente Facultad de Filosofía y Letras, se trasladaron a su emblemático lugar nueve años después, bajo el signo de un caballo rojo. Pero más que su ubicación, es la cocina del Caballo Rojo lo que real mente deja una impresión duradera. Apegados a recetas tradicionales y familiares como el rabo de toro, han sabido evolucionar, inspirándose en la gastronomía mozárabe y magrebí, pero sin olvidar la esencia de sus raíces. Y es que las recetas de la abuela siguen vigentes, realizadas con el mismo cariño y precisión. Además, se ha priorizado el uso de ingredientes locales, reflejando el compromiso del restaurante con los productos cordobeses. Este recinto no es solo un espacio de comida, es un testigo del tiempo, de tradiciones y de personas que, como los empleados que han estado allí por décadas, forman parte de su historia. Es un legado, un símbolo de resistencia y renovación. María y su equipo, con el apoyo de la comunidad y entidades como el Club de Oro, siguen mirando hacia el futuro, buscando formas de innovar, pero sin perder la esencia que ha hecho del Caballo Rojo un emblema de la gastronomía cordobesa.